
NEOMEDIEVALISMO
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El neomedievalismo como expresión cultural del siglo XIX
El medievalismo es un conjunto de estilos arquitectónicos surgidos a principios del siglo XIX que reinterpretan las formas, los elementos, el lenguaje y los valores de la Edad Media. Se desarrolla principalmente en Francia, Alemania e Inglaterra, donde se consideraba que estos estilos expresaban de manera auténtica la identidad nacional y los valores cristianos. Esta corriente se inscribe en el fenómeno cultural del historicismo, que según Rafael Iglesias, no es simplemente una moda formal, sino que “...el historicismo, antes que una moda estilística, es una actitud cultural que se expresa también en la arquitectura” (2005, p. 46). Frente a una modernidad marcada por la industrialización y la crisis de valores, el historicismo buscaba en el pasado símbolos capaces de otorgar continuidad e identidad.
El estilo medievalista, al encarnar los valores de la cristiandad y de la nación, fue aplicado en edificios con fuerte contenido simbólico, como iglesias, catedrales, escuelas religiosas, ayuntamientos, parlamentos o cárceles. Al mismo tiempo, fue capaz de adaptarse a distintas tecnologías constructivas y programas funcionales. En especial en Inglaterra, el neogótico fue considerado el estilo nacional por excelencia, frente a lenguajes clásicos percibidos como “extranjeros y paganos”; en cambio, las iglesias góticas eran “las construidas por nuestros abuelos” (Iglesias, 2005, p. 109).
El surgimiento del neomedievalismo está íntimamente ligado al Romanticismo, que priorizaba lo emocional, lo sublime y lo espiritual sobre la razón ilustrada. En contraste con el neoclasicismo, que había dominado el siglo anterior con su énfasis en la simetría y el orden racional, el neomedievalismo propone una arquitectura cargada de significados simbólicos, afectivos y religiosos. Como señala Iglesias: “el gótico no era solo una elección estética, sino una forma de recuperar el orden moral perdido en la modernidad” (2005, p. 27).
Dentro del neomedievalismo, el neogótico fue el estilo predominante y más versátil. El llamado neogótico sentimental el cual aparece en el marco del jardín pintoresco, como en Strawberry Hill, y se orienta a generar atmósferas nostálgicas. Con el impulso de A.W.N. Pugin y el Oxford Movement, el estilo toma un giro doctrinario, naciendo el neogótico cristiano y moralista, basado en la idea de que el gótico es “esencialmente cristiano” (Iglesias, p. 109). Más adelante, figuras como Butterfield impulsan el neogótico funcional, que responde a exigencias técnicas y litúrgicas actuales, aunque no sin contradicciones formales.
Otras variantes relevantes fueron el neorrománico, usado en edificios públicos por su capacidad para proyectar autoridad y permanencia. Por otro lado el neobizantino, adoptado en contextos religiosos o imperiales donde se preferían plantas centrales y cúpulas y el orientalismo neoislámico, vinculado al exotismo romántico y aplicado en sinagogas, pabellones y teatros. Como señala Patteta, esta forma se justificaba a menudo como “...más cercana a nuestras tradiciones que el gótico importado” (p. 363).
En definitiva, el neomedievalismo fue una herramienta con la cual el siglo XIX proyectó su conflicto entre tradición y modernidad. Bajo una arquitectura imitativa, proponía en realidad una arquitectura cargada de sentido, que se valía del pasado para intervenir en el presente.
















